Descubriendo al personaje… recordando al Ser
Hoy me gustaría hacer un último repaso a la creación de nuestro personaje y daros dos ejercicios con los que os vais a divertir.
Tras haber aprendido la manera de captar las heridas y las respuestas de nuestro niño interior, cosa que seguiremos indagando y profundizando de por vida, y aprender a sostenerlas e identificarlas, vamos a ver este personaje adulto que interpretamos en el teatro de la vida. Estoy segura que a partir de hoy vamos a disfrutar la vida de otra manera! espero que con más atención, consciencia, amor y, algo súper importante para destronar al ego: el humor.
Para empezar, te invito que cuando te veas en tu personaje típico de ego tonto, le pongas nombre, o les pongas nombre, que de risa. Yo por ejemplo me vi un personaje, cuando me di cuenta de lo que se había repetido en mi vida y le puse nombre, lloré de risa, ahora cuando lo veo me lo digo en voz alta y me sale la risa sola, como ahora, que estoy con la sonrisa en la boca. Bueno pues me vi el personaje de que en determinados momentos del mes, que se quejaba un montón por todo, juzgaba todo, en plan: “pf, qué sabrá este, se creerá listo” “ya estamos, la que se flipa con todo” “serrá gorrino” “¿siempre tengo que hacer yo esto?” yo que sé, de todo, era un malhumor juzgador. Me cambiaba hasta la cara y el gesto. Cuando la pille, le puse nombre PUDENTA jajaja!!! ostras me dió tanta risa que la destroné. Ahora cuando se le ocurre aparecer queda fuera de escena con una risa. ¡Pruébalo!
Bueno y ahora me pongo el contenido de repaso, nuevas ideas que seguro que te inspiran y dos ejercicios más para que los disfrutes (sobre todo el primero, quizás te cuesta al principio pero con el tiempo te encantará y te ayudará con el observador de la atención plena y con el segundo es con el que vas a ver la vida de otra manera).
Desde que somos pequeños, empezamos a probar máscaras. Algunas las tomamos por instinto de supervivencia, otras nos las ofrecieron los adultos desde el amor o el miedo. Y, poco a poco, vamos formando una idea de quiénes somos. Esa idea —“yo soy así”— es en realidad un personaje, un papel que aprendimos a interpretar bien porque nos permitió pertenecer, sentirnos vistos o queridos. La mente, que es profundamente plástica y sensible al entorno, se adapta. Cambiamos según la persona con la que estamos, según el contexto, según el momento. Y aunque todos tenemos esta flexibilidad natural, hay un personaje que se convierte en el principal: el que más éxito ha tenido en la esfera que considerábamos vital, ya sea la familia, la escuela, la amistad o el trabajo.
Este personaje se convierte en nuestro lugar seguro. Es el que sabe cómo moverse, cómo reaccionar, cómo lograr reconocimiento o evitar rechazo. Tanto nos identificamos con él que dejamos de cuestionarlo. Puede ser el fuerte que no necesita a nadie, la buena que siempre agrada, el rebelde que se opone, el que cuida de todos, la víctima crónica, el enfermo permanente o el conflictivo. A veces, incluso, detestamos ese personaje. Lo sentimos incómodo, limitante, ajeno… pero no sabemos cómo soltarlo. Se ha vuelto una especie de segunda piel. Nos acompaña tanto que creemos que somos eso.
La verdad es que no lo somos. El personaje fue necesario en su momento, pero no define tu esencia. Eres mucho más que eso. Y la vida —cuando se vive con presencia— nos invita a ver que podemos habitar muchos personajes sin quedarnos atrapados en ninguno. Podemos elegir cómo responder. Podemos recordar que detrás de cada papel hay un cuerpo energético puro, una consciencia viva capaz de adoptar cualquier forma sin dejar de ser ella misma.
EJERCICIO 1 · OBSERVARTE DESDE FUERA
Te propongo un ejercicio sencillo y revelador. Cierra los ojos. Respira profundo y, con suavidad, imagina que tu consciencia sale de tu cuerpo y se eleva, como si flotaras hasta el techo de la habitación. Desde ahí, obsérvate a ti mismo. Mira con distancia a esa persona que estás acostumbrada a llamar “yo”. Observa sus gestos, su postura, la energía que emite. Observa las emociones que lo habitan, las ideas que lo acompañan. Quédate ahí unos minutos, sin intervenir, solo mirando con curiosidad, como si fueras un alma contemplando una vida ajena. Cuando lo sientas, vuelve a tu cuerpo con suavidad y pregúntate: ¿Qué he visto? ¿Qué me ha enseñado esta experiencia?
Una vez que reconocemos el personaje que habitamos, aparece una puerta. Si no estás a gusto con lo que has visto, puedes empezar a probar otras formas de estar en la vida. No necesitas grandes esfuerzos ni cambios drásticos. Lo más importante es recordar que ese “yo” que interpretas no es fijo ni inamovible. Es una creación mental. Es un papel. Y tú puedes elegir cómo interpretarlo, cuándo dejarlo atrás y, sobre todo, cómo no identificarte del todo con él.
Aquí entra uno de los temas más importantes del camino interior: la identificación. Somos aquello con lo que nos identificamos. Si piensas que eres alguien alegre, es probable que esa energía se refleje en tu vida. Si te crees triste, atraerás situaciones que refuercen esa tristeza. Si te consideras torpe, tu cuerpo y tu mente empezarán a moverse como si esa fuera una verdad incuestionable. Y así con todo: relaciones, salud, trabajo, dinero, espiritualidad. Lo que crees, se manifiesta. Lo que crees ser, moldea tu actitud y tu vibración. Y eso, inevitablemente, configura tu realidad.
La clave está en ver que no eres eso. Que no eres ese pensamiento, ni ese personaje, ni esa emoción repetida. Eres el Ser que puede mirar, elegir, transformar. Eres quien puede vestirse de sabiduría, de coraje, de amor, de certeza… y luego volver a desvestirse cuando sea necesario. Nada está cerrado. Si te has identificado con un personaje que te limita, puedes elegir otro que te expanda. Y lo más hermoso: también puedes descansar, cada vez más, en ese espacio interno que no necesita disfraz.
EJERCICIO 2 · EL PERSONAJE Y EL MUNDO COMO TEATRO
Durante los próximos días, observa el mundo como si fuera una gran obra de teatro. Imagina que cada persona que ves —familiares, desconocidos, compañeros, figuras públicas— está interpretando un papel. Observa sus gestos, su forma de hablar, su energía… como si fueran actores cumpliendo su guión. Y luego haz lo mismo contigo. Pregúntate: ¿qué personaje estoy interpretando hoy? Dale un nombre. Puede ser simbólico, tierno, exagerado o irónico. Nombrarlo te ayudará a tomar distancia, a no tomártelo tan en serio, a desidentificarte. Y una vez que lo hayas nombrado, atrévete a cambiarlo un día. Solo por jugar, por explorar. Cambia el tono, la actitud, la frecuencia. Observa qué ocurre. Observa cómo cambia el guion de la vida cuando cambias tú.
Recordar que todo esto es un escenario no significa vivir con frialdad o desapego. Significa vivir con consciencia. Significa no quedar atrapados en los viejos papeles. Significa jugar con libertad. Los personajes son herramientas. Son canales de expresión. Son formas necesarias. Pero no son tu identidad. Tu verdadera identidad está en el espacio que observa, que elige, que se entrega, que crea.
Y cuando tocas ese espacio… todo se vuelve más ligero, más real y más amoroso.
PD: el martes tenemos encuentro, en esta ocasión exploramos:
¿Hasta dónde puede llegar la parte de la atención abierta?
¿Cómo se manifiesta “el niño interior”? La importancia del cuerpo como templo.
Compartir experiencias con el reto y resolver dudas del proceso de la meditación.
Traed vuestras dudas y si no podéis estar escribir bajo de este post las dudas para poder contestarlas
Con amor,
Marta 🔔🤍🐾🍂