Hace meses comenzamos a planear un viaje familiar por Europa. Pero había una condición especial:
si Salvador —mi hijo— pasaba a segundo de liceo sin exámenes, íbamos a sumar Múnich al itinerario para cumplir su sueño más grande: estar en la final de la Champions League.
Lo logró. Viajamos. Pero no teníamos entradas.
Participamos del sorteo oficial… y no quedamos.
Todo parecía desmoronarse. La reventa iba de 3.000 a 9.000 euros. Salvador se resignó.
Pero yo no.
Porque un Líder Optimus no se rinde, activa su software, y confía en el poder de la incubación.
Lo senté, le hablé del Principio 2:
“Si lo puedo soñar, lo puedo lograr.”
Creamos entradas digitales, las pusimos en el fondo de pantalla.
Visualizamos. Repetimos un mantra.
Nos sentimos ahí. En la final. Cada día.
Pasaban los días…
Hasta que, a solo 4 horas del partido, en nuestro último intento, sucede el milagro.
Un amigo muy vinculado al fútbol —a quien meses antes le había contado este sueño— me escribe:
“Conseguí dos entradas de cortesía. Son suyas.”
Estábamos ahí. En Múnich. En el estadio del Bayern.
En la final de la Champions.
Fundidos en un abrazo eterno.
Con los ojos húmedos y el alma encendida.
La felicidad y el asombro de Salvador no se pueden describir.
Nos fuimos del estadio gritando:
¡Somos Líderes Optimus!
Ese día no fue solo una final.
Fue la validación real de que el poder de la incubación no es una teoría…
es una herramienta concreta, poderosa y transformadora cuando se aplica con propósito, compromiso y amor.
Gracias Nelson. Gracias equipo.
Gracias comunidad por recordarnos que lo extraordinario está al alcance…
cuando nos animamos a vivir en Modo Optimus.
Un fuerte abrazo para todos.