Nunca imaginĂ© que una decisiĂłn tan sencilla como cambiar el agua que bebĂa iba a transformar tantos aspectos de mi vida.
Porque, aunque en mĂ ha habido cambios muy grandes desde entonces, tambiĂ©n han aparecido otros más pequeños, cotidianos, que son los que sostienen mi bienestar dĂa a dĂa.
Uno de ellos es el desayuno.
Antes desayunaba en cualquier sitio y de cualquier manera.
Hoy necesito hacerlo en casa, en calma, escuchando a mi cuerpo.
Y todo empieza antes del desayuno, con mis dos vasos de agua Kangen.
Ese primer gesto es como una campanilla tibetana que despierta mi sistema: una sensación ligera, casi vibrante, propia de un agua ionizada que “enciende” algo dentro de mà y me trae al presente sin esfuerzo.
Después llega mi ritual:
el verde vivo del kiwi, la nuez recién abierta, el pan que mi cuerpo agradece, una cucharadita de miel que me conecta con lo natural…
No es un ritual sofisticado, pero sĂ es un ritual consciente.
Y me doy cuenta de que lo disfruto porque digestivamente estoy mejor, porque mi energĂa es distinta y porque empiezo la mañana cuidándome de verdad.
A veces los grandes cambios empiezan por decisiones pequeñas.
Para mĂ, elegir quĂ© agua bebo fue una de esas decisiones que, con el tiempo, lo ha cambiado todo.