En el mundo de las telecomunicaciones existe un término muy gráfico: la última milla. Se refiere al tramo final que conecta una red principal con cada casa u oficina. Tender un cable desde Madrid a Vigo puede parecer complicado, pero en realidad es mucho más sencillo que llevar ese cable a cada una de las miles de viviendas de la ciudad. Ese último tramo es el más costoso, complejo y decisivo. Con el software empresarial sucede algo muy parecido. Implantar Odoo no consiste solo en instalar un programa o contratar un servidor en la nube. La verdadera dificultad está en que ese software llegue a cada persona de la organización y se convierta en una herramienta de uso diario. Las empresas saben que necesitan facturar, controlar inventarios o gestionar sus procesos. Compran el software, lo instalan, incluso lo contratan en la nube… pero ahí no termina el camino. Si no hay un trabajo de configuración, adaptación y formación, Odoo puede acabar siendo una “caja en la estantería”: está ahí, pero nadie lo usa. Ahí es donde entra el valor de mi trabajo: acompañar a las empresas en esa última milla. Hacer que Odoo no sea solo un software, sino una herramienta viva dentro del negocio. Eso significa: Configurarlo para que refleje la realidad de la empresa. Adaptar procesos, impuestos, almacenes, facturación etc. Enseñar a cada usuario cómo aprovecharlo en su día a día. Resolver dudas y estar cerca en el arranque. La tecnología, por sí sola, no transforma una empresa. Lo que la transforma es que las personas la usen bien. Y en esa última milla, la más decisiva y la más compleja, es donde aporto verdadero valor.