A menudo nos enfrentamos a la falta de tiempo. ¿Cómo te afecta esto y qué estás haciendo para afrontar este reto?

Hola Todos, Ojalá la semana salio bien. Voy a ser aquí en vivo en 60 mins a las 19:00. Si no puedes venir, aquí está mis avanzas por la semana. Decidí que debo tener conversaciones con varias personas que conozco sobre las siguientes preguntas para concretar el camino para este communidad. ¿Qué proyecto podrías realizar que te hiciera sentir realizado? ¿Qué te emociona en este momento? ¿Qué te da paz actualmente? ¿Qué podría darte aún más paz interior? ¿Qué talentos crees que podrías desarrollar para contribuir mejor a tu entorno? ¿Qué quieres en la vida? ¿Qué es lo que realmente quieres en la vida? Piensas que estás preguntas son demasiados personales? Yo quiero hacer estas preguntas para saber como desarrollar este grupo no solo para nosotros pero también para todos. ¿Que piensas?

Ser compasivo contigo mismo puede ser una excusa o puede ser una comprensión justa de que eres humano, que cometiste un error y que ahora asumirás toda la responsabilidad por tu error y, si es necesario, pedirás perdón a otra persona. Ambas acciones, ser compasivo contigo mismo y pedir perdón a otra persona, requieren carácter y humildad. Se necesita carácter para no limitarse a excusarse o reprimirse a uno mismo. Se necesita humildad y un gran carácter para pedir perdón sinceramente. Ahora me perdono a mí mismo con bastante frecuencia, pero asumir la responsabilidad de pedir perdón a otra persona sigue siendo un reto que podría afrontar más a menudo. ¿Y tú? ¿Son estos retos para ti? ¿Qué ventajas has encontrado en estos dos comportamientos? ¿Qué otras acciones de carácter crees que todos podemos mejorar?

Compartiendo un articulo de 5 minutos de Brian O'Neill https://www.skool.com/skoolers/ask-dont-tell-listen-then-ask-again?p=76240add Esta es una lectura que podría salvar o mejorar drásticamente una relación importante que tienes con un familiar, un jefe o un compañero de trabajo. Mi pregunta para ti después de leerla es: «¿Cómo te cambiará el uso de esta técnica?». **Pregunta, no digas. Escucha... y vuelve a preguntar. Hace años, alguien me dio un consejo que en ese momento no entendí. «Pregunta, no digas. Escucha y vuelve a preguntar». En aquel momento no le presté mucha atención. Pero estas siete palabras han tenido un impacto tremendo en mí. Es la base de mi forma de entrenar, de ayudar a las personas dentro de mis comunidades y de conseguir que se abran cuando se sienten estancadas. Después de 30 años en ventas, 25 de ellos «diciéndoles» a todos lo buena que era mi oferta, esto es lo que he aprendido: La mayoría de las personas no necesitan que se les diga más. No necesitan más consejos. No necesitan otra lista de «buenas prácticas». Necesitan a alguien lo suficientemente curioso como para hacerles la pregunta que les haga volver a pensar. Y esto lo aprendí de mi hijo, precisamente. Solía hacer preguntas sin parar. No para ganar. No para demostrar nada. Porque quería entender. En algún momento del camino, los adultos perdemos eso. Yo también. Nos convertimos en expertos en: Decir. Corregir. Explicar. Convencer. Esto es lo que consigue preguntar: – Saca a la gente de su cabeza. – Devuelve la responsabilidad a su perspectiva. – Revela lo que ya saben pero no han dicho en voz alta. – Crea conexión más rápido que cualquier consejo. – Y mantiene la conversación humana en lugar de performativa. Yo respondo a muchas preguntas con preguntas. No para parecer inteligente. No para esquivar. Sino porque la mayoría de la gente ya sabe lo que debe hacer, pero no confía lo suficiente en sí misma como para decirlo.

Durante los primeros 15 años de mi vida laboral, me centré al 100 % en los resultados. Parecía que nadie podía quitarme eso. Si obtenía resultados, era invencible. Sin embargo, lo que importa es el tipo de «resultados». Estaba en el mundo del entrenamiento de fútbol (no americano) y mis equipos fueron muy exitosos. Ganábamos mucho. Pero el éxito externo (en mi caso muy contable) es una cosa, y todos pueden verlo. Pero los éxitos internos tienen valor real. Al igual que en la fábula de la liebre y la tortuga (donde parece obvio que la liebre ganará fácilmente), las victorias externas son evidentes. Sin embargo, la arrogancia de la liebre sale a relucir. Apoyarnos en la reputación, la inteligencia, las victorias pasadas y la habilidad natural nos lleva hasta cierto punto, pero son nuestras victorias internas las que nos llevan al paso final y sostienen nuestro carácter. La arrogancia es solo uno de los escollos, y podríamos enumerar muchos más. Sin embargo, es mucho más útil enumerar aquellas virtudes en las que podemos centrarnos para tener verdadero éxito. Sí, la humildad, la honestidad, la autenticidad, etc. son muy importantes, y todos podemos «mostrar» una cierta cantidad de ellas cuando creemos que es el momento adecuado para decirlo o mostrarlo. Por desgracia, eso es solo una fachada. Según mi experiencia, es fácil evitar el trabajo para alcanzar victorias internas cuando todo «va bien» en el exterior. Sin embargo, la vida no es lineal. Habrá momentos en la vida que no podremos controlar. La muerte, los problemas relacionales, las crisis económicas, los problemas políticos, las enfermedades, los accidentes... y la lista continúa. Solo cuando nos hemos preparado adecuadamente podemos manejar con humildad (no falsa humildad) nuestras victorias y aceptar nuestros momentos difíciles. El tiempo se utiliza a menudo como excusa para no hacer el trabajo duro. Sin embargo, es solo eso, una excusa. Si establecemos las prioridades correctamente, podemos renunciar a otras cosas y dedicar nuestro tiempo al reto más gratificante de todos: convertirnos en el tipo de persona que nos gustaría que los demás fueran para nosotros.