Los valores van primero. Todo lo demás después
Hace unos días, mientras revisaba mis metas del año, me encontré con una frase que me dejó pensando más de lo normal: “Los valores van primero. Todo lo demás después.” No sé si te ha pasado, pero hay ideas que llegan en un momento preciso, casi como si te estuvieran esperando. Recordé entonces una lección que recibí hace tiempo. Me dijeron que vivir con valores es como navegar de noche guiándote por las estrellas. A veces el mar te mueve, pierdes un poco el rumbo, te distraes… pero tarde o temprano tienes que enderezar el timón. Y hacerlo una y otra vez, durante toda la vida. Este año lo sentí así. Hubo momentos en los que me desvié. Pequeñas decisiones, posturas que no sostuve del todo, incomodidades que evité. Pero también hubo esos instantes —casi silenciosos— en los que tuve que mirarme al espejo y preguntarme:¿Qué pude haber hecho mejor? No fue fácil. Pero sí fue necesario. Y mientras avanzaba, me di cuenta de algo más: no importa cuán buena sea una idea si no tienes a las personas adecuadas contigo. He visto cómo un proyecto brillante se estanca por falta de carácter, y cómo una idea sencilla se convierte en algo extraordinario gracias a la gente correcta. Eso me hizo replantear quién quiero ser como líder. Porque liderar no es mandar. No es tener un título. Es lograr que otros quieran caminar contigo incluso cuando no tendrían por qué hacerlo. Y eso —al menos para mí— solo ocurre cuando uno vive con autenticidad. Cuando tus valores no son un discurso, sino decisiones reales, sobre todo en los días complicados. Sigo aprendiendo. Sigo corrigiendo mi rumbo. Sigo entendiendo que el liderazgo no es una ciencia… es un arte. El arte de vivir lo que dices que crees. Y me gustaría saber si tú también estás en una etapa así. ¿Qué te enseñó este año sobre liderar o sobre liderarte a ti mismo?