Hay un instante en la vida en el que descubrís algo luminoso:
siempre fuiste libre.
Nadie te poseyó.
Vos no poseíste a nadie.
Tus amores del pasado fueron eso: amores, experiencias, espejos…
pero nunca cadenas.
Qué bello es comprender que el desapego no es un proceso lento:
ocurre en un segundo de verdad.
Ese segundo en el que podés mirar a los ojos a quien amaste con locura,
a quien deseaste que se quedara para siempre,
y aun así reconocer que hoy son simplemente ellos…
libres.
Y que vos también lo sos.
Y en esa libertad, podés amarlos sin retener,
sin esperar,
sin exigir que vuelvan a ocupar un lugar que ya no les corresponde.
Podés amarlos desde tu expansión, no desde tu vacío.
El desapego real no es huir.
No es endurecer el corazón.
No es “no sentir”.
Es soltar al viento lo que no te pertenece
y abrazar la vida tal como es.
La libertad es hermosa…
pero es para valientes.
Porque implica incertidumbre.
Implica no aferrarte.
Implica aceptar que lo que no es para vos… no es pérdida,
sino alineación.
Que una persona no sea parte de tu presente
no significa que no te merezca,
ni que vos no la merezcas.
Significa simplemente que tu camino continúa en otra dirección.
Quizás alguna vez sentiste que alguien “te rompió el corazón”.
Pero la verdad es otra:
tu corazón ya estaba herido,
y esa persona sólo tocó la grieta que ya existía.
Culpar no sana.
Negar no sana.
Esperar que el tiempo lo solucione… tampoco.
Lo que sana
es aceptar que hay un dolor,
honrarlo,
y permitirte atravesarlo hoy.
Este es tu momento.
No te postergues.
No te abandones.
No te dañes con el silencio.
Es tiempo de recuperar tu luz.
Te amo.
Te amo desde la conciencia, desde la verdad y desde el respeto por tu camino.
Y si sentís en el alma que ya estás listo, lista,
para dar un paso grande en tu despertar,
para sanar lo que todavía duele,
para volver a tu corazón libre…
Mándame un mensaje.
Algo poderoso vamos a poder hacer juntos.
Bendiciones 🌞
Gonza