1. Persona comunitaria; 2. Persona participativa; 3. Persona misionera.

@Paola Zabala Muchas gracias Paola!!!!

Cada ámbito es una oportunidad para crecer en la mentalidad de "comunión" siempre y cuando haya "participación". Esta es nuestra "misión" personal. Lo digo porque cada uno tiene una vocación-misión que emana del bautismo. Tener claro quiénes somos robustece la identidad, respeta la diversidad y acoge siempre el viento del Espíritu.

@Paola Zabala Hola Paola. Te diría que esta convicción personal nace del encuentro con Jesús. Pienso que tener "una hora de reloj", todos los días, de oración personal en la capilla es el comienzo indispensable para perseverar en la vocación-misión.

Dejar que sople el Espíritu, conocer de qué se trata la sinodalidad y tomar la decisión de practicarla en cada comunidad, pequeña o grande ¡Es hora de adquirir las mesas de forma circular para practicar la sinodalidad!

@Paola Zabala Hola Paola. La primera respuesta que se me ocurrió ya la escribí y parece una ironía: comprar, conseguir, cambiar...mesas redondas para poder sentarnos todos en el mismo nivel. El diálogo es esencial y no podemos dejar que ni el obispo, ni el párroco, ni el coordinador resuelvan la cuestión. Por eso los servicios comunitarios deben ser rotativos. Nadie podría quedarse eternamente en su puesto, por más venerable que sea. Con esto quiero decir que no debemos suprimir la estructura sino hacerla más humana y fraterna. Un instrumento necesario para ello será la autocrítica. ¿Sabés de dónde viene y a dónde va la autocrítica? Te lo digo rápidamente: viene de la evaluación y se dirige al examen de consciencia. Todo, pero todo, tendrá el sabor de lo cotidiano, lo de todos los días. Allí conviven la evaluación, el examen de consciencia y la autocrítica. El resto, sobra, está de más. Lo cotidiano: es lo de todos los días. Es la vida que tejemos a cada segundo. Es el dinamismo del discernimiento personal y comunitario. Es la base de la forma sinodal de vivir en la Iglesia.