Aveces cometemos el error de ir y refugiarnos en cosas vanas; salimos peor de cómo fuimos. Cómo nos enseña aquí Jeremías.
Nos vamos por donde mejor pensamos que será. Nos dejamos llevar por nosotros mismos o por otras personas. Haciéndonos sordos a la voz de Dios.
Como nos dice el Salmo 81:12
“Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón; Caminaron en sus propios consejos.”
Nos preguntamos ¿pero qué es lo que estoy haciendo mal? ¿Por qué sigo sintiéndome así? ¿Por qué no mejora mi vida?
Es que no estamos yendo a donde verdaderamente tenemos que ir!
A donde aquel que tiene el poder te cambiar el agua en vino, aquel cuyo manto detuvo el flujo de años. Aquel que sana y restaúra corazones.
Realmente, me siento tan agradecida con nuestro Dios, pues pude entender que yendo a otros lugares no me sentiría mejor pues lo había intentado todo menos una cosa, caer ante Él.
Y que precioso fue el momento en el que el Señor me sostuvo 🙌🏼❤️🩹.
No hay agua más rica que la que el Señor nos brinda. No hay agua que nos llene más que esa. Y en sí, es algo curioso porque una vez pruebas de esa agua, no te da sed jamás pero la querrás para siempre ❤️🔥.