Mansos y tranquilos.
Así el Señor quiere que estemos.
Aunque al rededor se nos caiga en pedazos el mundo, debemos tener auto control y no reaccionar como lo haría la carne, sino ser parecidos al Padre; lentos para la ira. Cómo nos menciona Efesios 5:1
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.”
El Señor ha sido de gran ejemplo para nosotros.
La fuerza no es nada ante un espíritu tranquilo y confiado en Dios. Las palabras que nos ofenden, nos hacen sentir menos. Las situaciones difíciles que llegan para turbarnos y hacer que salga nuestro viejo yo, no es nada cuando andamos agarrados de la mano de Dios, cuando uno está dispuesto a cambiar de manera definitiva para agradarle solo al Padre y estar enfocados en Él y no en el hombre.