Todos alguna vez fuimos niños.
Jugamos, reímos, nos asombramos… y también vivimos experiencias que nos marcaron profundamente.
Esas vivencias, agradables o dolorosas, moldearon nuestra identidad, y muchas veces creemos que lo que hoy sentimos, pensamos o elegimos… es realmente “nuestro”.
Pero la verdad es que no siempre es así.
Estamos programados.
No solo mentalmente, sino también sentimental y emocionalmente.
Dentro de nosotros vive un “programa” invisible, grabado en nuestras células como con láser. Un patrón que nos dice cuánto amor podemos dar o recibir, qué merecemos, cómo reaccionamos y hasta qué soñamos para nuestra vida.
Algunas personas intentan abrir su corazón, expandir su amor… pero chocan con una fuerza más grande que su voluntad: ese programa que les susurra que no pueden o no merecen.
Por eso, para mí, la sanación del niño interior no es una meditación bonita que escuchas y olvidas.
Es una experiencia viva y sentida, un momento que te lleva a encontrarte con ese niño, abrazarlo, resignificar su historia y ofrecerle algo que quizá nunca tuvo: seguridad, amor, permiso para soñar.
Cuando sanas a tu niño interior, no solo cambias tu pasado…
Cambias tu presente y liberas tu futuro.
💬 Me encantaría que en los compartas una experiencia de tu infancia que aún sientas que te marcó. Tal vez sea el momento de mirarla con nuevos ojos.