Sobreoperar y hundirse en pérdidas es como confiar en un borracho al volante.
En su mente, cree que tiene el control. Siente que puede recuperar lo perdido, que “esta vez sí” la suerte va a cambiar. Pero en realidad, cada nueva operación no es más que otro volantazo sin dirección, con la probabilidad de estrellarse en máximos históricos.
El trader emocional se engaña a sí mismo. Lo que llama “confianza” no es más que impulsividad disfrazada de control. Y la consecuencia es casi siempre la misma: margin call y destrucción de capital.
La diferencia entre un amateur y un profesional está aquí: el profesional sabe que cuando las emociones se apoderan de la cabina, lo más sabio es frenar y apartarse del volante.
El éxito en el trading no está en operar más… sino en operar mejor. Y para eso, la sobriedad emocional y la gestión del riesgo son tu cinturón de seguridad.